Vistas de página en total

domingo, 28 de octubre de 2012


El recuerdo


En ese momento mi cerebro no dejó de pensar y me cuestionaba lo siguiente: ¿Valió la pena? ¿Cómo fue que accedí? Y todo porque comencé a dudar y a malviajarme acerca de, a que se refería mi tío cuando dijo: daremos un paseo. En fin… decidí olvidar eso por un rato y entré a ducharme, ahí, mientras el agua tibia recorría mi cuerpo, recordé lo vivido aquel día.
La neta no me arrepiento. Pues como les había dicho antes, tenía la espinita de saber que se sentía. De la fecha exacta no me acuerdo, solo sé que fue un viernes y que como todos los días, salí de mi casa a las 7:45 horas, pues la entrada a la escuela era a las ocho. Al llegar noté que mis amigos aún no habían entrado a clases. En cuanto me acerqué a ellos, Érica; mi mejor amiga, me dijo: — ¡Que onda! ¡Vámonos de pinta, no? Al principio lo dudé mucho y empecé a interrogarla, pero después de diez minutos terminaron por convencerme.
 Junto con nosotras estaban: Carlos, Jokabet y Andrés; otros amigos y compañeros de clases. Recuerdo que ya había sonado el timbre que daba la señal para que cerraran el zaguán de la escuela  y, “sin querer queriendo” nos quedamos afuera. Empezamos a caminar sin rumbo fijo. La verdad ni sabía por donde andábamos. Solo me acuerdo que terminamos en un parque todo rascuachin, en el cual, después de un buen rato pensando en que haríamos, decidimos embriagarnos.
No me justifico pero la idea salió de jokabet pues en ese momento nos dijo: ay que sacar pa' las chelas a esto Carlos respondió: pues pa' luego es tarde—. La verdad en ese momento Érica, Andrés y yo; fuimos un tanto manipulados, pero a final de cuentas donamos las monedas que traíamos. Juntamos $250.00 pesos y como cerca de aquel parque había un minisúper, sin dudarlo, mandamos a Carlos por cervezas, y es que él ya tenía la mayoría de edad y podrían vendérselas sin problemas. Con lo que sobró de dinero también compró cigarrillos.
Debo confesar que yo antes de aquel día, no había ingerido ningún tipo de bebidas embriagantes y mucho menos había fumado. Pero en ese momento no me importó y comencé a tomar como sin nada. El primer trago fue el más amargo, ya los demás se pasaban por mi garganta como agua.Después de una hora, yo ya estaba ebria y como a la mayoría de los ebrios, no me importaba lo que pasaba o lo que pasaría…


domingo, 21 de octubre de 2012




Y después de mi huida, ¿qué imaginan que pasó? Era obvio que me regañarían hasta más no poder. Mis padres se decepcionaron e incluso pensaron que ya andaba en “malos pasos”. ¿Pueden creerlo? Tal vez sí era lógico que pensaran eso, ya que —— como les dije —— nunca había hecho nada fuera de lo estipulado.

Al otro día no me la acababa. Me aplicaron un castigo con el cual, según ellos, no me quedarían ganas de volver a hacerlo. La verdad, debo admitir que, en un principio me sentí muy mal, y después caí en mis cinco minutos de reflexión. Pero ya que pensé bien las cosas, deduje que no era algo tan malo, y que fuera de ello, había logrado quitarme esa espinita. Aparte me contaron que ese día en la escuela fue un tanto aburrido, y el hecho de no haber asistido a clases no afectaría mis calificaciones (cuestión que sin duda preocupaba a mi madre).

Pasaron los días. Al llegar el fin de semana, fue uno de mis tíos (el que más nos frecuenta) a la casa. Obviamente se enteró de mi “escapadita”. Al verlo, lo único que pensé fue: chin… ¡otra regañiza! ¡Ni modo, eso me pasa! Pero mayor fue mi sorpresa, puesto que él, efectivamente, iba a conversar conmigo y no como yo lo supuse sino de una manera más pacifica. 

Me llamó a la sala y fue así como comenzó aquel interrogatorio; que adónde fui, con quién, por qué, etcétera. Y después de diez mil preguntas y respuestas… llegó “la pregunta del millón”. En esta me cuestionó acerca de si yo, mientras me la pasaba de lo mejor fuera de la escuela, pensé por un momento en mis padres. Ellos  sí se preocuparon muchísimo al saber que no estaba en donde se suponía, tenía que estar. Entonces yo respondí que no, que no lo pensé y que en ultima instancia ese suceso ya era historia, que yo estaba bien y que no debían armar tanto drama por algo insignificante.

Al escuchar esto, hizo una serie de gestos que la verdad no me agradaron mucho. Suspiró, y tres segundos más tarde dijo: "¡Ay, niña!". Sé que tal vez nunca llegues a comprenderme. Pero aún así debes escucharme. "¡Te guste o no!" Me quedé perpleja y con una serie de dudas. Se marchó, solo dijo: "vengo por ti el próximo fin de semana. Daremos un paseo".

domingo, 14 de octubre de 2012

“Normas que dicta la sociedad”

Toda mi vida se ha tornado en base a los deseos que tengo por conseguir muchas cosas. Cosas, que sin duda han ido manipulando mi modo de actuar, y, que a su vez, han ido dejando atrás todos esos momentos de infancia y estupidez.

Es obvio, que muchos de los adolescentes anticipamos y nos imaginamos cosas a futuro. Claro, cosas a nuestra conveniencia. Pero que al fin y al cabo forman parte de nuestra vida cotidiana.

Sé, que siendo joven no es difícil tomar ciertas decisiones. Pero la mayoría de nosotros nos precipitamos, y, sin pensarlo mucho, (como se debería). Optamos por conducirnos hacia esos caminos, que a la larga, nos llevan a cometer una ilimitada serie de locuras, las cuales no comprendemos hasta que se es demasiado tarde.

Y, Hablando de locuras. ¿Saben como les llaman nuestros padres a estas?, les llaman: “errores”. Y peor aún. ¿Saben que pasa si tú como chavo cometes un error?, quedas marcado de por vida. Claro, esto según ellos. Y bueno, no es que no les de la razón. Y si, lo cierto es que son sucesos que te dejan huella. Pero no como ellos te lo hacen creer, si no como tú los quieras ver.

Se preguntarán a donde quiero llegar con esto. Mi finalidad es que ustedes puedan entender las cosas que han ido transformando mi existencia.

Para empezar deben saber que yo siempre tuve la idea de manejar mi vida rigiéndome “bajo las normas que dicta la sociedad”, (esto por así decirlo). Y por lógica, lo anterior implicaba ser una niña bien portada, estudiosa y ante todo responsable. Todo eso, aunque muchos no lo crean, lo logré. Hasta que un día; no se ni como ni porque;  llegó a mi mente esta idea: ¿Por qué me abstengo de tantas cosas? ¿Qué pasaría si dejara de actuar como lo hago?, por supuesto que nunca lo pensé en sentido de destruir todos mis logros. Más bien fue en sentido de hacer repelar a esa gente que se rige bajo prejuicios.

Y ya conduciéndome así, lo primero fue; irme de pinta, puesto que era algo que siempre había tenido ganas de hacer; simple y sencillamente por saber que se sentía. ¿Y adivinen que paso?, pues que me descubren. Tal vez piensen: ¡que pendeja!, e igual y tienen razón. Pero reconsideren que en sí, nunca había hecho, nada, nadita que ameritara un gran regaño.